domingo, 8 de marzo de 2015

Philip K. Dick, un profeta moderno. ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?

El escritor de ciencia ficción Phillip K. Dick, a pesar de no haber sido uno de los más vistosos y populares en vida, ha pasado por méritos propios al panteón de los grandes autores del género. Para muchos se trata del autor más infravalorado en vida del medio. El éxito le llegó de forma póstuma, con el estreno de la película Blade Runner, adaptación de su novela ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?
Los conceptos sobre los que giraron sus creaciones siguen vigentes hoy en día con más fuerza que nunca. No hay más que echar un vistazo a la influencia que ha tenido en distintas películas de gran éxito, inspiradas directamente en sus relatos o en sus ideas: la trilogía Matrix. Blade Runner, Minority Report o Desafío Total, en sus dos versiones hasta la fecha. Profeta para unos, esquizofrénico para otros, lo cierto es que este autor es de los pocos sobre los que puede decirse que iniciaron una tendencia dentro de la ciencia ficción y, por ende, de la literatura general. Sus obras vuelven una y otra vez sobre la pregunta fundamental de: ¿Qué es la realidad? Para Dick, que había tenido numerosas experiencias forteanas a lo largo de su vida (esto daría para no un artículo, sino para un libro o dos), lo que nosotros percibimos sería un sueño dentro de otro sueño. Un engaño urdido por una entidad superior en el que somos meros atores-espectadores. De hecho, los últimos minutos de la película Origen constituyen un plagio descarado de su genial novela Ubik, como todo el que haya leído una y visto la otra sabrá.


El libro que hoy nos ocupa, titulado originalmente "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?", pero renombrado por motivos comerciales como Blade Runner para su adaptación cinematográfica, es una de sus novelas más recordadas. En sus páginas se nos dibuja un futuro no muy lejano en el que aquellos que han podido emigrar han abandonado la Tierra en busca de prados más verdes. La contaminación y otros factores ambientales adversos hacen difícil la vida de los humanos que se han quedado atrás. La televisión emite de forma ininterrumpida el mismo programa desde hace años, con escasas y anodinas variaciones, y la población tiene acceso al control de sus emociones a voluntad mediante el empleo de un sencillo mando a distancia. Así, uno puede elegir entre distintos estados de ánimo, según convenga.

Los androides han alcanzado un grado de perfección que les hace casi imposibles de distinguir de los auténticos seres humanos. El modelo Nexus 6 ha revelado ser el ocasionante de algunos problemas al escapar de sus puestos de trabajo para esconderse entre los humanos y poder vivir en libertad. Sin embargo, hay una característica humana que no son capaces de replicar: la empatía. El mercenario Rick Deckard tiene la misión de retirar (esto es, cazar) a seis de estos androides. El problema viene cuando el cazador comienza a plantearse los dilemas morales que se derivan del hecho de tener que destruir a estos seres, que son tan similares a las personas de carne y hueso.

Deckard es un personaje bastante gris, que tiene una relación matrimonial claramente disfuncional con su mujer, una devota practicante de la extraña religión global en la que miles de individuos entran en comunión por medio de una especie de electrodoméstico para compartir las sensaciones en una especie de mente colectiva. Dolor, pena, júbilo, hastío... Todo forma un crisol empático entremezclado con visiones de su pretendido mesías, lo cual a medida que avanza la historia irá generando dudas hasta llegar a plantearse seriamente la veracidad de las creencias que han regido sus vidas desde el nacimiento. Al mismo tiempo, llama la atención que la máxima ambición que pueda tener un ciudadano en esa sociedad sea la de poseer una mascota (de ahí el título original del libro). Aquéllos que se lo pueden permitir, se hipotecan para comprar un gato, oveja o caballo, ejemplares que se encuentran en peligro de extinción. Los más desfavorecidos se contentan con réplicas eléctricas de estos animales, que son idénticos a los originales en casi todo. En estas circunstancias, se considera una impertinencia preguntar a un vecino si su conejo es real o eléctrico, por ejemplo. La obsesión del protagonista por poseer un animal de verdad le llevará a poner en peligro su vida y el futuro mismo de su familia para poder acceder a ese símbolo de ostentación.

El otro protagonista de la historia es J. R. Isidore, un "cabezahueca", o persona con un nivel intelectual muy bajo, que vive marginado de la sociedad en un bloque de edificios ruinosos. A él acudirán los androides fugados y él los acogerá para esconderlos tras enamorarse de una de ellas. La relación entre Isidore y los androides, que sopesan la posibilidad de matarlo para evitar que los delate, aportará una tensión extra a la trama. Un caso claro de marginados que se ayudan entre sí contra una mayoría opresiva que los desprecia. Otro de los puntos clave es la relación extramatrimonial que tiene lugar entre Deckard y una androide que le es asignada como ayudante para cumplir con su misión. La consumación del acto sexual es el punto de giro que le hace plantearse la moralidad de lo que debe hacer.

En definitiva, esta es una novela más conceptual que de acciones. Lógicamente, para la película hizo mayor hincapié en las escenas de acción y se pasaron por alto muchos matices psicológicos y morales de los personajes. Algo similar sucede con la adaptación del "Yo, Robot" de Asimov, protagonizada por Will Smith. No es posible comparar la novela con la película directamente. Ambas versiones son buenas a su manera. Algunos opinan, erróneamente, que "Sueñan los androides con ovejas mecánicas" es una novela carente de originalidad. Craso error: en este caso podemos discernir claramente qué fue antes, si el huevo o la gallina. A quienes hayan visto filmes como "Ghost in the Shell" y tantos otros, puede que no le sorprendan los conceptos de Philip K. Dick, pero hay que tener en cuenta que la novela se publicó en 1968. Todo lo demás vino después y nadie tiene reparo en admitir que el maestro siempre fue Dick. El autor vivió sin grandes lujos y apenas recibió el reconocimiento merecido en vida, pero a su muerte en 1982 fueron legión los escritores que le homenajearon y alabaron la influencia que habían supuesto sus novelas en sus respectivas obras. Michael Bishop, incluso llegó a escribir una novela titulada: "Desgraciadamente, Philip K. Dick ha muerto". Emocionante.
Si te ha gustado Blade Runner, puede que también te guste:

Una distopía retrofuturista dieselpunk, oscura y áspera como los mundos de Dick, pero entrelazada con los mitos de Cthulhu. Puedes comprarla en el siguiente enlace:


Artículo originalmente publicado en la web Mientras lees, redactado por un servidor y modificado para este blog con nuevos apuntes.

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