El escritor de ciencia
ficción Phillip K. Dick, a pesar de no haber sido uno de los
más vistosos y populares en vida, ha pasado por méritos propios al
panteón de los grandes autores del género. Para muchos se trata del
autor más infravalorado en vida del medio. El éxito le llegó de
forma póstuma, con el estreno de la película Blade Runner,
adaptación de su novela ¿Sueñan los androides con ovejas
eléctricas?
Los conceptos sobre los
que giraron sus creaciones siguen vigentes hoy en día con más
fuerza que nunca. No hay más que echar un vistazo a la influencia
que ha tenido en distintas películas de gran éxito, inspiradas
directamente en sus relatos o en sus ideas: la trilogía Matrix.
Blade Runner, Minority Report o Desafío Total,
en sus dos versiones hasta la fecha. Profeta para unos,
esquizofrénico para otros, lo cierto es que este autor es de los
pocos sobre los que puede decirse que iniciaron una tendencia dentro
de la ciencia ficción y, por ende, de la literatura general. Sus
obras vuelven una y otra vez sobre la pregunta fundamental de: ¿Qué
es la realidad?
Para Dick, que había tenido numerosas experiencias forteanas a lo
largo de su vida (esto daría para no un artículo, sino para un
libro o dos), lo que nosotros percibimos sería un sueño dentro de
otro sueño. Un engaño urdido por una entidad superior en el que
somos meros atores-espectadores. De hecho, los últimos minutos de la
película Origen
constituyen un plagio descarado de su genial novela Ubik,
como todo el que haya leído una y visto la otra sabrá.
El libro que hoy nos
ocupa, titulado originalmente "¿Sueñan los androides con
ovejas eléctricas?", pero renombrado por motivos
comerciales como Blade Runner para su adaptación
cinematográfica, es una de sus novelas más recordadas. En sus
páginas se nos dibuja un futuro no muy lejano en el que aquellos que
han podido emigrar han abandonado la Tierra en busca de prados más
verdes. La contaminación y otros factores ambientales adversos hacen
difícil la vida de los humanos que se han quedado atrás. La
televisión emite de forma ininterrumpida el mismo programa desde
hace años, con escasas y anodinas variaciones, y la población tiene
acceso al control de sus emociones a voluntad mediante el empleo de
un sencillo mando a distancia. Así, uno puede elegir entre distintos
estados de ánimo, según convenga.
Los androides han
alcanzado un grado de perfección que les hace casi imposibles de
distinguir de los auténticos seres humanos. El modelo Nexus 6 ha
revelado ser el ocasionante de algunos problemas al escapar de sus
puestos de trabajo para esconderse entre los humanos y poder vivir en
libertad. Sin embargo, hay una característica humana que no son
capaces de replicar: la empatía. El mercenario Rick Deckard
tiene la misión de retirar (esto es, cazar) a seis de estos
androides. El problema viene cuando el cazador comienza a plantearse
los dilemas morales que se derivan del hecho de tener que destruir a
estos seres, que son tan similares a las personas de carne y hueso.
Deckard es un
personaje bastante gris, que tiene una relación matrimonial
claramente disfuncional con su mujer, una devota practicante de la
extraña religión global en la que miles de individuos entran en
comunión por medio de una especie de electrodoméstico para
compartir las sensaciones en una especie de mente colectiva. Dolor,
pena, júbilo, hastío... Todo forma un crisol empático
entremezclado con visiones de su pretendido mesías, lo cual a medida
que avanza la historia irá generando dudas hasta llegar a plantearse
seriamente la veracidad de las creencias que han regido sus vidas
desde el nacimiento. Al mismo tiempo, llama la atención que la
máxima ambición que pueda tener un ciudadano en esa sociedad sea la
de poseer una mascota (de ahí el título original del libro).
Aquéllos que se lo pueden permitir, se hipotecan para comprar un
gato, oveja o caballo, ejemplares que se encuentran en peligro de
extinción. Los más desfavorecidos se contentan con réplicas
eléctricas de estos animales, que son idénticos a los originales en
casi todo. En estas circunstancias, se considera una impertinencia
preguntar a un vecino si su conejo es real o eléctrico, por ejemplo.
La obsesión del protagonista por poseer un animal de verdad le
llevará a poner en peligro su vida y el futuro mismo de su familia
para poder acceder a ese símbolo de ostentación.
El otro protagonista de
la historia es J. R. Isidore, un "cabezahueca", o
persona con un nivel intelectual muy bajo, que vive marginado de la
sociedad en un bloque de edificios ruinosos. A él acudirán los
androides fugados y él los acogerá para esconderlos tras enamorarse
de una de ellas. La relación entre Isidore y los androides, que
sopesan la posibilidad de matarlo para evitar que los delate,
aportará una tensión extra a la trama. Un caso claro de marginados
que se ayudan entre sí contra una mayoría opresiva que los
desprecia. Otro de los puntos clave es la relación extramatrimonial
que tiene lugar entre Deckard y una androide que le es asignada como
ayudante para cumplir con su misión. La consumación del acto sexual
es el punto de giro que le hace plantearse la moralidad de lo que
debe hacer.
En definitiva, esta es
una novela más conceptual que de acciones. Lógicamente, para la
película hizo mayor hincapié en las escenas de acción y se pasaron por alto muchos matices psicológicos y morales de los personajes. Algo similar sucede con la adaptación del "Yo,
Robot" de Asimov, protagonizada por Will
Smith. No es posible comparar la novela con la película
directamente. Ambas versiones son buenas a su manera. Algunos opinan,
erróneamente, que "Sueñan los androides con ovejas
mecánicas" es una novela carente de originalidad. Craso
error: en este caso podemos discernir claramente qué fue antes, si
el huevo o la gallina. A quienes hayan visto filmes como "Ghost
in the Shell" y tantos otros, puede que no le sorprendan
los conceptos de Philip K. Dick, pero hay que tener en cuenta que la
novela se publicó en 1968. Todo lo demás vino después y nadie
tiene reparo en admitir que el maestro siempre fue Dick. El
autor vivió sin grandes lujos y apenas recibió el reconocimiento
merecido en vida, pero a su muerte en 1982 fueron legión los
escritores que le homenajearon y alabaron la influencia que habían
supuesto sus novelas en sus respectivas obras. Michael Bishop,
incluso llegó a escribir una novela titulada: "Desgraciadamente,
Philip K. Dick ha muerto". Emocionante.
Si te ha gustado Blade Runner, puede que también te guste:
Artículo
originalmente publicado en la web Mientras lees, redactado por un
servidor y modificado para este blog con nuevos apuntes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario