viernes, 1 de diciembre de 2017

Una ojeada a El laberinto de Set

Hace más de un año desde la publicación de este librojuego, que ya se ha convertido en todo un clásico del medio, y del género de Espada y brujería en general. Para conmemorarlo, nada mejor que poder echar una ojeada al comienzo de esta aventura sin igual. Y empieza así: 

El calabozo, de gruesas paredes de piedra rezumante, estaba tenuemente iluminado por un rayo de luz que descendía desde un punto indeterminado del techo abovedado. El rítmico golpeteo del agua era el único sonido distinguible en la penumbra, que cubría como una gélida mortaja a las cuatro figuras yacientes. Poco a poco, los durmientes fueron recuperando la consciencia, haciendo tintinear los eslabones de sus recias cadenas entre gruñidos y maldiciones, a medida que sus pupilas se iban adaptando a la semioscuridad. El primero en dar voz a la pregunta que comenzaba a formarse en las mentes somnolientas de los cuatro cautivos fue un hombre joven, de miembros esbeltos pero fibrosos, con el rostro curtido por el viento y el sol, ataviado con ropas de marino y luciendo una espléndida cabellera del color de la miel:
¿Qué se supone que es esto? ¿Por qué estoy encadenado a una pared, en este sucio agujero?